Los
afortunados que hemos podido disfrutar de un cumpleaños confinado creo que lo
hemos disfrutado más si cabe que si lo hubiéramos celebrado como hasta ahora.
Tus seres queridos, ya sean amigos o familiares mediante llamadas, mensajes,
vídeos o detalles que llegan a tu casa, hace que te hagan sentir triplemente
especial. Aunque cueste de creer, te sientes más arropado. Quizá no compartas
besos, abrazos, tartas o pasteles, pero las palabras, los gestos y los ánimos
de estos días cuentan por mil.
Porque
el confinamiento ha provocado complicidad, ha dado paz y calma, nos ha hecho
más comprensibles y si cabe más humanos. Aún así, nos acercamos a lo que
podríamos llamar normalidad y personalmente me da pánico. Me da miedo el
enfrentarme a una nueva rutina, porque ésta ahora mismo ya me iba bien.
Nos
hemos acostumbrado a teletrabajar, a lidiar con los deberes de los niños, las
discusiones continuas, el cuadre de cuentas, las llamadas interminables
telefónicas, o las videoconferencias que últimamente tanto gustan. Pero aunque
me de incluso pereza "moverme" para ir a la oficina, los cambios son
necesarios, tenemos que ser fuertes y capaces de enfrentarnos a este nuevo
mundo que nos espera. Y las salidas para ir a hacer deporte o a pasear hacen
que veas más próxima la siguiente etapa, y también te gusta tener esa libertad
que durante tantos días se nos ha visto truncada.
Nuestra
cultura no nos engañemos, es más bien follonera, nos gusta vernos, tocarnos,
besarnos y abrazarnos, porque necesitamos tener contacto físico, tenemos
necesidad de reír, de reunirnos y de discutir, Esto es vida, y yo la añoro. Y
aunque se que con todas las distancias y medidas de seguridad que quieras,
quiero volver a mis cuatro paredes tan ansiadas y ver a cada uno de mis
compañeros de trabajo, compartir unos vinos con mis amigos en una terraza, ir a
comer con mis padres o dar un abrazo tremendo a mi abuelo.
Por
todo ello, paciencia, buen humor, y a seguir unas nuevas medidas de seguridad
que para poder avanzar, tenemos que cumplir todos.